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jueves, 27 de octubre de 2011

SINCERA CONFESIÓN DE TRASNOCHE

de Lautaro



Tanto te amé, que por estos días no sé si te amé bien, o si te 
amé en lo absoluto....
Resulta que la ciudad me sabe tanto, pero tanto a vos… Ocurre que camino por las calles, encontrándote en cada esquina, imaginándote en cada paso, en cada sitio que reconozco como mío, con la simple idea de hallarte, de coincidir, de poder invitarte un café, unas palabras, algunas miradas…y quien sabe que más…
Resulta que cada domingo en el que suelo despertar temprano, imagino tu día, desde mi castillo de arena... Imagino tu rostro tempranero, hinchado, reluciente, glorioso, tus forzadas pero amenas conversaciones familiares, aun con el dolor de cabeza de la noche anterior que te acusa recibo.
Sucede que construyo los aromas de tus tardes, con mates, con alguna cosa dulce o salada que acompañe, los vestigios de verdes plantas que te rodean. Sucede que imagino tu mañana de lunes, tu trayecto al trabajo, tus primeras sonrisas, ese café que tomas mientras mantenés alguna charla de rigor con aquellos compañeros de trabajo. Ocurre que te imagino volviendo a casa, con el trajín del día laborable, rogando por tener ese mate listo, quizás encontrar ese almuerzo que no pudiste disfrutar al mediodía.
Sucede que imagino, los olores, las texturas de los lugares que frecuentas ¡y que ninguno coincide con los míos! ¡Qué eficacia para encontrarte siempre al otro lado del mapa respecto de mí!
Sucede que me molesta la idea de que creer amarte con locura, y ni siquiera frecuentamos las mismas calles. Sucede que me enfada la convicción de querer vivir todos los años que me quedan de vida y morirme a tu lado. Sucede que me enoja en desmedida este dolor en el pecho de solo pensarte. Me estorba esta relación de uno solo. Resulta que no me es indiferente que me afecte, precisamente, tu indiferencia. Resulta que me duele, que me duela.
Pero… ¿¡pero estas ahí afuera!? ¿¡Existís!? Y eso me molesta más aún. Porque creo con enorme certeza de que la felicidad, que mi felicidad, tiene tu nombre y toma forma en tu cuerpo.
¿Y por qué me molesta? Porque mientras vos transcurrís por la vida, yo por otro lado aquí me encuentro, pensándote una y otra vez. Y no puedo evitar el convencimiento de que tu felicidad tiene mi nombre…
Me enfada, esta maldita convicción, sin saber aún porque, que sos la única mujer para mi, que soy el único hombre para vos. Me duele saberlo y sentirme como en esta Torre de Babel, hablándote en foráneo lenguaje y vos oyéndome en otro totalmente distinto. Me aqueja que tus labios besan otros... Me arden estas heridas imaginarias, tan reales sin embargo, ¡me arden tanto! Me duele tanto tu boca... Me queman tanto tus dedos... Me lastiman tanto tus senos, tu vientre, tu sexo, tus piernas, el mismísimo suelo que pisas y cada paso que das. ¿Por qué? ¡Porque no me es indiferente saber que estás ahí afuera! ¡Qué existís! Vivís, respiras, sufrís, lloras, reís, dormís, despertás y transcurrís…y que todo sucede lejos de mí…
Sucede que estas ahí afuera, existís… y resulta que me molesta…
Sucede que creo amarte tanto, que no se si en suma de cuentas realmente te amo bien, o si te amo en lo absoluto…

2 comentarios:

Natalia Spina dijo...

Lautaro, este texto me produce realmente angustia, bronca e impotencia. Muy bien lograda la secuencia de emociones, la intensidad del relato. Sos muy bueno escribiendo en primera persona. No te detengas, eh?

Anónimo dijo...

"Resulta que me duele, que me duela." El desamor en palabras. Muy Bueno! saludos!